Básicamente se necesita un
modulador en la parte transmisora que apagará y encenderá el foco de luz muy
rápidamente (de forma imperceptible para los humanos), creando así los ceros y
unos binarios, y un fotodiodo en la parte de recepción (por ejemplo en el móvil)
que recoge los cambios de luz y los pasará otra vez al dominio eléctrico.
Las primeras versiones utilizaban
lámparas fluorescentes con las que se alcanzaban velocidades de unos pocos
Kbps. Más tarde se empezaron a usar LEDs, capaces de apagarse y encenderse más
rápido, con más potencia, multiplicando las velocidades finales. Pero no fue
hasta que en 2011 el profesor Harald Haas de la Universidad de Edimburgo mostró
el primer dispositivo que él denominaba Li-Fi transmitiendo a 10 Mbps, cuando
se empezó a ver el verdadero potencial de la tecnología.
Haas señaló entonces que en poco
tiempo sería posible incrementar la velocidad hasta 500 Mbps (supuestamente el
que se consideraba límite físico de esta tecnología). Posteriormente el
Fraunhofer Institute de Berlín mostró sus avances y señalaron que podrían
llegar a 800 Mbps. Y las investigaciones continúan con propuestas que quieren
llegar a los 15 Gbps (1,88 GBps) a medida que vayan optimizando el
funcionamiento tanto de la parte emisora como de la receptora.
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